Su misión es clara: elevar la temperatura corporal para crear un ambiente hostil para los invasores y acelerar los procesos de curación. ¡Es una respuesta natural y, en muchos casos, muy beneficiosa!
Recuerda: La fiebre es una temperatura mayor a 38°C. Pero el número en el termómetro no es lo único que importa. La clave está en cómo se siente y se comporta tu hijo. Si está activo, sonriente y solo un poco decaído, es probable que su cuerpo esté haciendo su trabajo.
Bebés menores de 3 meses: Cualquier fiebre en un recién nacido o bebé muy pequeño (38∘C o 100.4∘F o más) es una emergencia médica.
Fiebre muy alta: Si supera los 40∘C (104∘F) y no cede con antitérmicos.
Cambio en el estado general: Si tu hijo está muy decaído, irritable, difícil de despertar, o no quiere interactuar.
Dificultad para respirar: Respiración muy rápida, ruidosa, o si se le hunden las costillas al respirar.
Manchas en la piel: Cualquier erupción o mancha que no desaparece al presionar la piel.
Dolor de cabeza intenso o rigidez de cuello.
Vómitos persistentes o signos de deshidratación: Boca seca, ojos hundidos, poca orina.
Convulsiones febriles: Aunque suelen ser benignas, requieren evaluación médica.
Fiebre que dura más de 72 horas (3 días) sin una causa clara o si empeora.
No te obsesiones con el número: Un niño con 38.5∘C que está jugando puede estar mejor que uno con 38∘C que está muy decaído.
No abrigues demasiado: Esto puede elevar aún más la temperatura. Viste a tu hijo con ropa ligera.
No uses alcohol o baños de agua fría: Pueden causar escalofríos y un aumento de la temperatura interna.
Ofrece líquidos constantemente: Leche materna, fórmula, agua, sueros de rehidratación oral. ¡La hidratación es clave!
Ropa ligera: Vístelo con prendas cómodas y frescas.
Ambiente agradable: Mantén la habitación a una temperatura confortable, ni muy fría ni muy caliente.
Antitérmicos: Usa medicamentos como el acetaminofen o ibuprofeno (si tu pediatra lo ha indicado y según la dosis correcta para su peso y edad) para aliviar el malestar, no solo para bajar la fiebre. Recuerda que el objetivo es que tu hijo se sienta mejor.
Mucho amor y observación: Tu presencia y atención son fundamentales. Observa cualquier cambio en su comportamiento.
Entender la fiebre es un paso gigante para manejarla con más calma y seguridad. Recuerda que no estás solo en este camino de la crianza. Como tu pediatra, mi misión es brindarte la información clara y confiable que necesitas para tomar las mejores decisiones para la salud de tus hijos.
¿Te sientes más tranquilo/a ahora? Cuéntanos en los comentarios qué mito sobre la fiebre te sorprendió más. Y si tienes alguna duda específica, ¡no dudes en consultarnos!
Escrito por:
Dr. Felipe Díaz - Pediatra
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